jueves, 21 de abril de 2011

Análisis del contexto, y aproximación a un diagnóstico del alcance del problema, para la puesta en marcha de un modelo didáctico constructivo, comunicativo y colaborativo en un aula de convivencia de un Instituto de Enseñanza Secundaria.

Como premisa de partida lo que procede, antes de diseñar un modelo didáctico de intervención socioeducativa, es realizar un análisis del contexto de la intervención, empezando por la mayor recopilación de datos e informaciones posibles, tanto del centro educativo como de su población escolar, para lo que se precisa de una serie de facilitadores o informadores externos y otros internos, a fin de llegar a una aproximación del diagnóstico-problema en el que se concrete la situación de partida y de ahí planificar, de manera consensuada, el modelo didáctico de intervención más adecuado.

No obstante a lo anterior, hay que manifestar que ningún modelo didáctico puede darse por terminado, finalizado o acabado, sino que por el contrario requiere de una evaluación permanente, que posibilite la introducción de todas aquellas correcciones, modificaciones, supresiones o adiciones, que sirvan para mejorar el propio modelo, en cuanto a la consecución de objetivos propuestos con nuestra intervención y aquellos resultados a conseguir para armonizar la convivencia en el centro.

Concretamente, nos vamos a ocupar de analizar y estudiar la organización, funcionamiento y los objetivos de un aula de convivencia en un Instituto,  teniendo en cuenta la diversidad de su alumnado, el contexto social y la situación actual que se da de convivencia en el centro.

La intención no es otra que la de acercarnos a un modelo didáctico de enseñanza-aprendizaje de habilidades sociales, para aplicar a través de su aula de convivencia y que beneficie a toda la comunidad educativa.

Los problemas o ansiedades que los alumnos y alumnas sienten, son exteriorizados a través de sus comportamientos. Si éstos no son canalizados adecuadamente para una pronta solución, y se dejan sin resolver, casi con toda probabilidad emergerán en forma de conductas disruptivas, contrarias a las normas del centro, acabando estos alumnos y alumnas en el aula de convivencia o suspendidos de asistencia a clase y a participar de las actividades extraescolares en el centro.

Dependiendo de la intervención socioeducativa que se realice con el alumnado en este aula, se resolverán o no esas conductas; pero de no resolverse, el aula corre el peligro de convertirse en un mero archivo humano de contención de los etiquetados como malos/as del centro. Pasando en una segunda etapa, aquellos alumnos y alumnas reincidentes, a no tener ningún sentido ni efecto su estancia en la misma, y a continuación, a una situación de exclusión del sistema educativo secundario, ya que en la mayoría de los casos, se produce la explosión del alumno/a, por ese acumulo de hechos sin resolver y que no llegan a ser asimilados por él, con la suspensión de asistencia a las clases en el centro. En mi análisis, todo ello, por carecer de una estrategia de intervención socioeducativa constructiva, comunicativa, colaborativa, reflexiva y de interiorización personal.

Al no abordarse de manera eficaz los problemas por los que ese alumnado ha llegado al aula de convivencia, se produce en ellos un estado personal de frustración, baja autoestima y de autoconcepto. Se consigue con ello su rebote conductual, focalizando el alumnado toda su ira, genio, rabia y ansiedad (malestar personal) hacia el Instituto como responsable de sus problemas, comenzando así su periplo de rechazo a la institución educativa, para pasar a continuación, sino se produce al mismo tiempo, a enfrentarse con su familia, generalmente con sus progenitores, a la que considera responsable de su desgracia, por obligarles a asistir al centro.

A partir de la situación descrita, llega con toda probabilidad la expulsión del alumno o alumna del centro, esta significa, la exclusión socioeducativa, la cual produce un parón en su proceso de socialización. El alumno rechazará al centro y él sentirá que el personal del centro lo rechaza. Ello es debido al prevalecer una inadecuada intervención, diría yo, obsoleta. La expulsión será la tónica general para este tipo de alumnado por encima del derecho constitucional que le asiste a recibir una enseñanza obligatoria y al desarrollo de sus competencias sociales.

El modelo didáctico que predomina en este tipo de aulas es el tradicional, consecuentemente la metología que se aplica no es la adecuada para resolver los problemas o carencias de habilidades sociales que el alumnado presenta.

El profesorado en el acto comunicativo, ejerce como mero emisor de lo que hay que hacer (mensaje) y el alumnado queda relegado exclusivamente al papel de receptor pasivo, debiendo hacer –obligación debida- lo que dice el profesorado, sin mediar ningún tipo de escucha, explicación, interrogante o réplica.

Hay que saber y entender que los adolescentes, por encima de todo, necesitan ser escuchados y que los adultos debemos tener la capacidad de escuchar y la habilidad de discernir cuáles son sus inquietudes e intereses, de ahí a que sea necesario una mayor y  mejor escucha por parte del profesorado.

Si la finalidad última de un aula de convivencia se queda reducida a castigar sin tiempo de ocio, recreo, a aquellos/as alumnos/as que presenten conductas disruptivas en el aula, en el centro, o fuera del mismo, como consecuencia de problemas surgidos dentro, junto a tenerlos ocupados realizando copias manuscritas de un texto, sólo se habrán conseguido dos cuestiones: privarles del tiempo de descanso establecido en el centro y que mejoren la caligrafía; pero habremos dejado atrás los orígenes y las causas por las que esos alumnos/as irrumpen con conductas disruptivas, además del cómo tendríamos que trabajar con ellos para ayudarlos/as a canalizar y controlar sus impulsos tanto verbales como físicos.

No se puede pretender modificar las conductas disruptivas que emergen en el aula o en el centro, sin habernos detenido por un momento a analizar e investigar, con las personas protagonistas, los orígenes y las causas por las que se han producido dichas conductas, la asunción de sus responsabilidades en las mismas, el nivel de participación que hayan tenido y las consecuencias que se han podido derivar de éstas, tanto en el grupo de iguales como en aquellas otras personas que forman parte de la comunidad educativa.

No hay comentarios: